Antes del enfrentamiento entre los New York Giants y los Green Bay Packers, todas las previsiones se habían cumplido durante el fin de semana. Los favoritos habían ganado sus duelos respectivos y no habíamos visto lo que precisamente conocemos como buen football. Así llegamos a este cuarto y último enfrentamiento de la ronda de Wild Card. Algunos dirán que no fue un buen partido por lo abultado del resultado. Discrepo. Durante tramos del mismo vimos distintas actuaciones dignas de elogio y a la altura de la ocasión.

En los primeros 25 minutos, es decir, hasta poco antes de llegar al descanso, el encuentro trascurrió dentro de los parámetros esperados. La defensa de Giants imponía su ley ante la incapacidad del ataque local, mientras que la ofensiva de McAdoo funcionaba timorata sin que fuera un elemento diferencial.

OBJ soltando un pase, vía packers.com

Eli Manning hizo un trabajo más que correcto, sin extravagancias, pero que resultaba suficiente ante una defensa que arrastra problemas graves sobretodo en la secundaria. En los primeros compases pudimos ver que los receptores de New York eran superiores a sus marcas y que en coberturas de hombre a hombre los Packers tenían todas las de perder. Lo único que le quedaba a la parroquia quesera era santiguarse y esperar que por algún milagro divino los pases se empezaran a caer.

La oración debió ser profunda y sentida, porque de forma inexplicable los wide receiver, con Odell Beckham a la cabeza, tuvieron una noche aciaga. Un drop tras otro, al que también debemos sumar algún overthrow de Manning, impidió que los visitantes abrieran a las primeras de cambio una brecha en el marcador difícil de salvar. Esto hizo que de alguna manera la defensa de Dom Capers se fuera creciendo con el paso de los minutos, creyéndose fuerte ante las debilidades del adversario.

Por supuesto que no voy a esconderme ante mi idea de que el mayor problema del staff de Packers es precisamente el coordinador defensivo, pero si tengo que decir que este domingo hizo un buen trabajo lo digo y punto. Ajustó muy bien después de un par de primeros drives que habían sido un desastre. Supo quitar a un safety de la caja ante el inexistente juego de carrera del rival, metiendo un jugador más en labores de cobertura. Además, fue valiente, y en muchas ocasiones le colocó desde el pre snap un segundo hombre a OBJ, sin importarle la inferioridad que pudiera crearse en otra zona del campo.

En la previa ya había avisado de esta posibilidad, y dado el resultado puedo afirmar que el riesgo mereció la pena. Manning,  a pesar de contar con otros compañeros de buen nivel, tiene obsesión con Odell, y sobre todo en momentos importantes, como puedan ser terceros down, solo tiene ojos para él. Esto supuso que poco a poco se fuera desesperando y después de unas primeras series en las que lanzaba muy rápido, el tiempo que transcurría antes de que soltara el pase fue creciendo, lo que sumado a un desgaste progresivo de su OL, permitió que la presión de Packers fuera haciendo mella.

Perkins en una jugada de carrera para los Giants, vía packers.com

La línea defensiva quesera y sobretodo sus edge rushers se hicieron esperar, pero una vez que comenzaron a aparecer, la balanza se decantó un poco más hacia los locales. Todo el ataque de Giants se redujo al touchdown que consiguieron durante el tercer cuarto. Un gran pase de Eli a Tavarres King mediado el tercer periodo fue el único viso de brillantez que pudieron ofrecer en todo el encuentro.

Pero ya sabíamos que el duelo no se iba a resolver en este enfrentamiento, sino en el cara a cara entre Aaron Rodgers y la defensa neoyorquina. La estrella del equipo de Wisconsin sufrió mucho durante los primeros compases. Spagnuolo empezó ganando la partida de ajedrez de una forma magistral, haciendo que los peores recuerdos se posaran en los pensamientos de los aficionados de Green Bay.

Sin apenas tener que recurrir al blitz, Rodgers se vio muy agobiado en el pocket. Más allá de los cuatro sacks que ya había recibido en un abrir y cerrar de ojos, era la contención que hacían los cuatro de delante de Giants lo que más le estaba molestando al quarterback. Rodgers es increíble desde la bolsa de protección, pero lo es más aún cuando sale fuera en jugadas rotas. En estas situaciones, donde reina la improvisación, es donde se vuelve más peligroso. Sapagnuolo lo sabía y por ello concienció bien a sus pupilos en que no todo era golpear al mariscal, sino que igual o incluso más importante era evitar que este pudiera escapar mediantes scrambles.

Todo este plan funcionó a la perfección hasta las postrimerías del segundo cuarto. Primero llegó la que hasta ese momento sería la mejor serie ofensiva de los Packers, la cual terminó con una jugada prodigiosa del quarterback en la que muestra su habilidad para “bailar” en el pocket. Y después llegaría el jarro de agua fría con el que los Giants se tendrían que ir a los vestuarios. Con el reloj ya en cero, Rodgers hizo volar el ovoide más de cincuenta yardas para que Cobb lo recibiera en la endzone en lo que sería el tercer hail mary del mariscal en apenas dos años. IN-CRE-I-BLE

A partir de aquí y hasta el final todo que veríamos sería un festival de Rodgers quién apenas añoró la ausencia de Nelson, quien tuvo que abandonar el campo por un fuerte golpe en las costillas. Una demostración de porque actualmente es el mejor jugador de la NFL con diferencia. Los Giants lograron amarrarlo durante un rato, pero una vez que se deshizo de las ataduras, fue un vendaval imposible de detener. Fue uno de esos momentos en los que el rival sabe que da igual lo que haga, Rodgers es magia pura y no hay nada ni nadie que lo puedan detener.

La batalla entre la OL de Packers y la DL de Giants fue de lo más bonito del encuentro. Foto packers.com

Mucho se habló y se está hablando que el plan de juego inicial de Mike McCarthy no fue acertado. Yo no estoy de acuerdo. Aunque si hubo pequeños matices, no creo que hubiera tantos cambios entre el gameplan inicial y el de la segunda mitad. La queja venía referida a la inexistencia del juego corto. Este pase no se dio por el hecho de que McCarthy ordenara únicamente rutas profundas, sino porque fue Rodgers el que simplemente no quiso.

Me explico. Para bien o para mal, este es un quarterback que siempre busca la amenaza que suponga un mayor daño en el rival. No se conforma con mínimas ganancias y checkdowns, sino que insiste de forma deliberada en su afán de conseguir un gran número de yardas. Durante los primeros minutos los Giants fueron capaces de evitar espacios en esas zonas profundas, pero en la medida en que las jugadas se fueron alargando esto se les hizo imposible de sostener. Rodgers puede estar hasta 8-9 segundos escaneando el campo, y si en todo ese tiempo ve, aunque sea una mínima brecha, échate a llorar. Fue así de simple, no hubo rectificaciones por parte del head coach, simplemente el talento de Rodgers se fue desatando progresivamente hasta arrasar con la defensa de los Giants.

Ahora Green Bay se despide de Lambeau Field hasta la próxima temporada, y tendrá que viajar a Dallas para enfrentarse a unos Cowboys que parten como favoritos después de haber sido durante todo el año el mejor conjunto de la Conferencia Nacional. Yo no voy a ser quien diga lo contrario, argumentos tienen de sobra. Pero si yo fuera aficionado de los Cowboys no dormiría tranquilo en toda la semana sabiendo quien van a tener enfrente el próximo fin de semana. Aaron Rodgers está en “modo dios”, y a ver quién es el valiente que consigue interponerse entre él y el tan ansiado anillo.

Por Stéfano Prieto

@Stefano_USA

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