Para el que no lo sepa, no soy un gran amante del draft. No me entendáis mal, lo disfruto, sé que es necesario y me lo tomo casi como si fuera una fiesta (aquí os dejo una pieza con mi opinión acerca de este evento), pero hay varias cosas que no comparto y sobretodo hay un hecho que me chirría más de lo normal: la selección de jugadores que no han demostrado absolutamente nada en el collage football. La NFL es una competición tan competitiva y despiada, la cual apenas permite tiempo de adaptación y aclimatación, que me parece una temeridad quedarse con chicos que han pasado de puntillas por la NCAAF. Entiéndase que cuando afirmo esto me refiero siempre a picks altos a los cuales incluso se accede mediante trade-up como es el caso que nos encontramos en este artículo.

Esta sensación se intensifica cuando hablamos de quarterbacks, la posición más importante y a la vez más compleja del fútbol americano. Nunca entenderé cuando una franquicia draftea a un mariscal en primera ronda en el supuesto talento que posee y en el hipotético techo que puede alcanzar. Todo esto me parece pura ficción y unos intangibles muy cuestionables cómo para darle las llaves de tu equipo a un perfil de ese tipo. Entiendo que son muchos los factores que giran en torno al éxito que pueda alcanzar o no cualquier jugador que da el paso de la universidad al fútbol profesional y que buena parte de ellos son difíciles de medir. Al final se trata más de una apuesta que de una certeza. Pero, y vuelvo a repetir, dada el rango de jerarquía que tiene un mariscal dentro de toda una organización lo lógico sería apostar por alguien que llega con algo de bagaje y que ha dominado de alguna manera la competición colegial.

Toda esta retahíla que os he soltado para ahora simplemente deciros que jamás creí en Trubisky y que la situación por la que están pasando en estos momentos los Chicago Bears se veía venir desde el mismo día que Ryan Pace decidió subir a por él en el draft de 2017, dejando pasar para más inri a un tipo como Deshaun Watson, quien se había pasado por completo la NCAAF (no incluyo a Mahomes porque lo suyo es una rara avis).

Mitchell Trubisky fue drafteado única y exclusivamente por un aparente potencial que jamás hemos visto y que me atrevo a decir sin miedo a equivocarme que nunca veremos. Ya son casi dos temporadas y media las que han pasado desde que debutara, tiempo de sobra para haber demostrado un mínimo. Además, algunos analistas hablan ya de un claro retroceso idea que no me parece tan descabellada. Después de un periodo como este me parece imposible que, por arte de magia, de la noche a la mañana, esta situación de un giro de ciento ochenta grados. No recuerdo ningún precedente similar y llegados a este punto podemos catalogar la selección de Trubisky como un absoluto fracaso.

Lo del pasado domingo fue la gota que colmó un vaso que llevaba varias semanas colmado. Nueve de cada diez partidos como el que les enfrentó a Chargers hubieran sido victoria fácil para Bears. El diez por ciento restantes es el que tenía a Trubisky como quarterback. Sin ver tan siquiera el encuentro y echando simplemente una vista rápida a los números, coincidiréis conmigo que hay que poner mucho empeño para perder un envite en el que tu equipo ha tenido la posesión del ovoide durante más de 38 minutos y tu defensa ha limitado al rival a apenas 231 yardas totales y 11 primeros downs.

Algunos argumentaréis que Matt Nagy tuvo gran parte de culpa en el resultado final, y si bien coincido que su decisión de no intentar rascar algunas yardas extras para facilitar el field goal de Piñeiro en las postrimerías el encuentro, creo que el gameplan fue el adecuado para el momento de forma por el que está pasando la ofensiva. Si bien la semana pasada critiqué al head coach duramente por mandar apenas siete acarreos en un partido que estuvo apretado hasta final del tercer cuarto, este fin de semana aprendió la lección y a un equipo que sufre mucho contra esta faceta del juego le corrió en 38 ocasiones. De esta forma además se ahorró el abuso que podía sufrir una línea ofensiva que no pasa por su mejor momento y que se enfrentaba a varios pass rushers de altísimo nivel. Por todo ello, insisto en que no fue ni mucho menos malo el plan diseñado por Nagy.

Hasta hace una semana el head coach ha tratado de todas las formas posibles que el ataque pasara por las manos de Trubisky. Sin ser esta la mejor de las alternativas, ni por supuesto la que dibujaba un escenario óptimo para las posibilidades del equipo, creo que lo que Nagy pretendía era comprobar si su quarterback estaba en disposición de dar el salto de calidad que necesitan. Como ya he mencionado antes, Trubisky entra en su tercer año y a estas alturas debería estar ofreciendo un rendimiento no solo mucho mayor, sino que debería ser superlativo teniendo en cuenta el pick con el que fue seleccionado. Una vez que Nagy ha visto que esto no iba a suceder ha tomado la correcta decisión de darle el protagonismo absoluto a la amenaza terrestre y el siguiente paso, el cual debe llegar más pronto que tarde si no quieren decir adiós a una temporada que ya se les ha puesto cuesta arriba, es nombra a Chase Daniel como quarterback titular.

Trubisky parece haber perdido la confianza del staff técnico y aunque mucho menos importante, también la de los analistas que siguen de cerca a la franquicia. La próxima parada será perder el apoyo de los compañeros y en especial de una defensa que ya ha bajado el pie del acelerador y que lo más probable es que colapse en algún momento. Este tipo de contextos, en los que un equipo se hace grande única y exclusivamente a través de una defensiva dominante, los hemos visto no pocas veces y el resultado final siempre suele ser el mismo salvo en contadas excepciones. Poco a poco la defensa va bajando los brazos, cansado de un ataque inoperante que ofrece poca ayuda, hasta que llega el día en que todo salta por los aires.

Si nos fijamos solo en el último partido, la unidad defensiva hizo un partido inmenso en el que limitó al máximo a su contrincante (sin ir más lejos el coordinador ofensivo de Chargers ha sido despedido esta misma semana) dejando la victoria en bandeja. Solo concedió dos drives de más de 19 yardas, terminando únicamente uno de ellos en touchdown, y desquició a un grandísimo quarterback como es Phillip Rivers. ¿Cómo pudieron entonces perder? Muy sencillo, gracias a dos regalos de Trubisky.

Primero con una intercepción iniciando el último periodo y estando seis puntos por arriba en la que demuestra una penosa anticipación. El quarterback busca una ruta del tight end hacia la sideline derecha, telegrafiando en todo momento el pase y facilitando que el cornerback intercepte con demasiada facilidad. De hecho, no es que leyera la intención de Trubisky en el último momento y tuviera que saltar a toda velocidad, no, simplemente le bastó con plantarse donde estaba y esperar a que el balón le llegara. La segunda jugada en cuestión se dio en el drive inmediatamente posterior y con seis puntos de ventaja todavía (Chargers había fallado el field goal). El QB pierde de manera indecente el ovoide sin que ningún defensor le llegue a golpear. Sufre un leve empujón por parte de su left tackle izquierdo que le obliga a desplazarse a su derecha y su mano se topa con el otro tackle. Es decir, nula protección de la posesión. Para más inri, esta secuencia llega después de haber errado un pase profundo en el que Taylor Gabriel iba solo hacia la endzone y que hubiera supuesto la sentencia definitiva.

Fallos demasiado grotescos y a la larga decisivos en el devenir del encuentro. Sin embargo, su mal juego no queda en estos big plays. Le cuesta una barbaridad encontrar sus objetivos más allá de diez yardas y aunque de vez en cuando vemos como Allen Robinson y compañía bajan algún pase, lo normal es ver como estos lanzamientos profundos acaban en ningún sitio. Otro factor negativo es su poca capacidad de sacar algo positivo en los terceros downs. En sus dos presentaciones tras el pequeño parón por lesión, un total de 7 de 26. Esta faceta es la que diferencia a los grandes mariscales de los buenos, a estos de los malos y a los malos de los mediocres. Trubisky estaría dentro del último grupo.

Seguimos. Otra faceta en la que la ofensiva de Bears y sobretodo su QB falla estrepitosamente. En zona roja son el vigesimoprimer conjunto de la competición y los problemas en esta parte del campo quedaron de manifiesto contra Chargers. Los Bears tuvieron doce oportunidades de anotación dentro de la yarda 10 del rival y nueve de ellas fueron incluso dentro de la cinco. El resultado, ningún touchdown y una serie de jugadas para el olvido. Destacan todas las que se dieron justo antes de llegar al descanso en las que ni saliendo prácticamente pegados a la goal line fueron capaces de anotar seis. Cada una de esas situaciones en las que se decidía pasar, Trubisky prácticamente le decía a la defensa hacía donde iba a ir el lanzamiento, demostrando además una nula capacidad de lectura ya que en un par de ocasiones se decantó por buscar la solución más complicada.

Comprendo que a los aficionados acérrimos les cueste aceptarlo, pero la cruda realidad es que el bueno de Mitch es más un problema que una solución. Y un problema realmente serio si tratamos de comprender el contexto en el que se sitúa hoy por hoy Chicago. La franquicia se ha movido agresivamente desde la llegada de Nagy y el equipo, en condiciones normales (con un QB decente), está para competir ya. Y no para competir a la ligera sino para hacerlo con todas las de la ley. Un staff técnico más que decente y una plantilla llena de talento en prácticamente todas las posiciones tanto de ataque como de defensa. Sería un desperdicio dejar pasar un par de temporadas más, mientras Trubisky cumple al completo su contrato rookie, tratando de que suceda algo que la lógica y lo visto hasta ahora nos dice que no va a pasar. La ventana de oportunidad la tienen ahora. Los Bears están a un quarterback de mirar de tú a tú al grupo de favoritos. Ha llegado el momento de afrontar que Trubisky es un bust.

Por Stéfano Prieto

@Stefano_USA

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