“Tengo un gran problema con el proyecto que recién está comenzando la franquicia neoyorquina. Es Adam Gase, el para muchos, incluido Peyton Manning, uno de los grandes gurús ofensivos del momento. Queréis que sea sincero: nunca supe cuáles fueron sus méritos para ganarse el puesto de head coach en los Dolphins y mucho menos ahora el de los Jets”. Con este párrafo abría mi análisis previo de la temporada que publicamos en la guía de NFL Chile.

Nunca antes un pronóstico en la NFL fue tan sencillo como afirmar que los New York Jets 2019 se iban a meter un castañazo morrocotudo. Cierto que trataron de engañarnos a base de nombres y expectativas, pero bastaba con recordar el nombre de la persona que iba a dirigir todo el tinglado desde la banda. Casi tres meses después de aquel análisis la hecatombe ha llegado tan alto que es lícito catalogar a la franquicia como el mayor hazmerreír de la liga, por encima incluso de los mismísimos Dolphins cuyo objetivo ha sido siempre alcanzar el inmaculado 0-16.

Antes de dar un repaso a la actualidad vamos a echar la mirada atrás y ver cuáles han sido esos méritos de Gase a los que hacía referencia más arriba, los cuales le otorgaron la oportunidad de ser uno de los 32 entrenadores principales de la competición deportiva más exigente del planeta durante, de momento, cuatro largos años.

El ladronzuelo de Gase se dio a conocer en Denver, donde fue ascendiendo de status dentro del staff técnico a lo largo de seis temporadas, comenzando bajo el régimen de Josh McDaniels. Aunque en un primer momento tuvo que conformarse con dirigir la parcela correspondiente a los wide receiver, no tardó mucho en hacerse con el cargo de coordinador de quarterbacks. En este puesto tuvo el desafío de formar al “gran” Tim Tibow en aquella temporada que ha pasado a la historia gracias al mítico touchdown tras pase con el que Demaryus Thomas se atravesó todo el campo en la primera jugada del overtime en ronda de Wild Cards. Sin embargo, y a pesar de ganar incluso ese partido de playoffs, aquella campaña fue un desastre ofensivamente hablando. Dentro de los ocho peores equipos en todas las estadísticas que hacen referencia a la parcela ofensiva. Fue un verdadero milagro llegar tan lejos y aunque en aquel momento era la sensación de la liga, Tibow no logró engañar a nadie y esa misma offseason Elway se deshizo del QB y dio el pelotazo con el que Gase y el propio GM han estado viviendo del bote: fichar al mismísimo Peyton Manning.

Aquel movimiento, inicialmente cuestionado por el estado físico de la estrella, terminó siendo brillante. El mayor de los Manning regresó a los emparrillados al más alto nivel tras su tercera operación por una hernia discal en el cuello, convirtiendo a la ofensiva de Broncos del 2012 al 2014 en una de las más alucinantes y poderosas de siempre. Durante esas tres temporadas regulares pasaron por encima de todos sus rivales y fueron una máquina total de sumar yardas y puntos. Siempre dentro del top 3, teniendo el máximo apogeo durante la Regular Season del 2013, año en el que se rompieron varios récords hasta entonces intocables tanto a nivel colectivo como individual. Destacan los 606 puntos totales de Denver (jamás antes se había roto la barrera de los 600) y los 55 TD y 5.477 yardas aéreas de Peyton. Todos ellos por supuesto siguen intactos hasta el día de hoy.

Claro, con todos estos números en la mano y un juego absolutamente vertical e incontestable, a los que además se suman declaraciones del quarterback anunciando que Gase era el coordinador con el que mejor había trabajado, parecía que efectivamente estábamos ante una de las mentes más brillantes de los últimos tiempos. Sin embargo, a mí por aquel entonces ya había dos factores que me inspiraban cierta desconfianza. Por un lado, el hecho de tener a tu lado la versión “nivel dios” de uno de los más grandes de la historia. Estamos hablando de una versión de mariscal que no creo que se haya visto más veces que dedos tiene una mano.

La segunda interrogante se dibujaba en torno a los partidos de playoffs que les habían dejado fuera en dos de las tres campañas. El primer año sucumbieron en aquel emblemático tiroteo en Mile High frente a los Ravens que terminarían siendo campeones, pero en las dos temporadas posteriores y ya con Gase como coordinador ofensivo, fueron derrotados en dos encuentros en los que Peyton fue totalmente bloqueado por la defensa rival, sin que el OC supiera encontrar ningún tipo de respuesta o alternativa. Uno de ellos fue el divisional de 2014 frente a una pobre defensa de Colts a la que apenas le anotaron 13 puntos y el otro hace referencia al mítico repaso que les propinaron los Seahawks en la Super Bowl de 2013. Todo lo que rodeaba a aquella ofensiva de la franquicia de Las Rocosas era producto de Manning. El ataque vivía y moría con él, nada tenía que ver con el coordinador.

Tras tres decepciones de manera consecutiva a pesar de contar con una plantilla hecha para ganar, en 2015 los Broncos cambiaron de rumbo a nivel de dirección técnica, lo que supuso el despido de John Fox como entrenador, quien firmaría de manera inmediata por unos Chicago Bears que venían cuesta abajo. Fox se llevó con él a Adam Gase para que siguiera a cargo del ataque, con el objetivo primordial de encaminar la carrera de Jay Cutler.

Existe cierta narrativa, en este cuento surrealista acerca de la valía de Gase como entrenador, que considera aquella como una gran temporada tanto de Cutler como del ataque de Bears. Comprobemos. Si bien el QB estuvo más contenido y dejó de lado parte de su gen de pistolero viéndose beneficiado en el número de intercepciones que lanzó, también disminuyó considerablemente los pases de touchdown. Al fin y al cabo, si repasáis esa campaña os encontraréis una versión random de lo que Cutler fue a lo largo de toda su trayectoria profesional. Es ilegítimo ensalzar aquella versión como una de las mejores del mariscal.

En relación al global de la ofensiva la cosa fue aún peor ya que Chicago se mantuvo dentro de los diez peores conjuntos de toda la competición. Solo lograron superar la barrera de los 30 puntos en dos ocasiones y los 24 en tres, siendo la media poco más de 20 puntos. Todos estos datos fueron prácticamente un calco a lo conseguido en el curso anterior, es decir, el crecimiento había sido nulo. Y por si alguien es nuevo en esto o simplemente no lo recuerda, aquel depth chart estaba lleno de talento, ya que contaba entre sus líneas con figuras de la talla de Matt Forte, Alshon Jeffery o Martellus Bennett. El resultado del equipo, último de la división.

Ante tal despliegue de conocimiento y resultados la consecuencia para nuestro protagonista no pudo ser otra que la contratación como head coach por Maimi Dolphins (nótese la ironía). Esta vez el desafío a nivel de mariscal era proporcionarle a Ryan Tannehill ese plus que le faltaba para salir del promedio y dar el salto hasta el siguiente nivel. Hemos de decir que aquel año de Tannehill estuvo bastante bien, pero ni fue algo asombroso y ni estuvo muy alejado de la línea que venía manteniendo desde su debut en la NFL. Al igual que como ocurrió con Cutler, un nivel más que decente pero nunca sin brillar.

No obstante, para los resultadistas no cabe duda de que la campaña fue un absoluto éxito. Los Dolphins accedieron a playoffs por segunda vez en quince años con un meritorio 10-6 y además lo hicieron jugando los últimos partidos con Matt Moore como QB por culpa de una lesión que apartó a Tannehill de los emparrillados. Listo, otro dato más en el currículum de Gase que le iba a permitir seguir engañando al resto de la liga. Vale, sí, entraron a la postemporada, pero siempre es bueno analizar la forma y no solo quedarnos con el fondo.

Estos meses se está hablando mucho del calendario de algunos de los equipos que mejor récord llevan. Es algo que siempre ocurre y una verdad a medias que necesita ser analizada al final de cada campaña. Aquel 2016 los Dolphins tuvieron uno de los calendarios más benévolos de los últimos tiempos y lo supieron aprovechar. El récord total de los rivales a los que ganaron fue de 54-103-1, siendo algunos de ellos conjuntos completamente desahuciados y sin ningún destino desde el día uno de competición. Al final de la temporada solo lograron una victoria sobre un equipo con balance positivo y el resultado final frente a esos conjuntos ganadores fue de 1-5. Es más, los Dolphins anotaron menos puntos de los que recibieron para un total de 363-380. En definitiva, nunca un 10-6 ha sido tan engañoso.

Esta tónica se fue repitiendo a lo largo de las tres temporadas que permaneció como head coach en la franquicia de Florida. Incapaz de ganar a los buenos y sufrir lo indecente para doblegar a los malos. Su récord final quedó en un más o menos decente 23-25, pero el balance frente a equipos ganadores fue de 7-17 y el comparativo de puntos total a lo largo de las tres campañas quedó en 963-1206. Lo peor de todo no son estos números sino la labor desempeñada en la parcela que se supone que es su especialidad. En 2017 y 2018 el ataque estuvo rozando la cola de la liga. Un esquema ultraconservador, lleno de pases cortos sin oportunidad de hacer daño alguno (ejemplo de que en aquella vertiginosa versión de los Broncos poco tenía que ver Gase), con una insistencia agotadora en no atacar la línea imaginaria del primer down y con la sensación de querer alcanzar algo positivo más por demérito del contrario que por méritos propios. En definitiva, un despropósito.

Aun así, lo mejor estaba por llegar. Cuando pensábamos que nos habíamos librado de él, Gase fue capaz de estafar a otra franquicia, que además juega en la misma división que los Dolphins y que también venía de un largo trecho lleno de fracasos. En un movimiento que se escapó a mi poca inteligencia (y con poca estoy siendo generoso), New York Jets contrató a este embaucador como si se tratara del Rey Midas, haciéndonos creer que iba a ser el salvador de un equipo que deambula por las mazmorras de la NFL. Pero por si esta contratación no era lo suficientemente controvertida, además el equipo despidió a la persona que había confiado en la llegada de Gase y que le había puesto ante sí una plantilla llena de talento.

Todo apunta que fue el mismo Gase quien convenció a la cúpula de Jets en cortar relaciones con Mike Maccagan, alegando entre otras cosas que no había tenido en cuenta su opinión a la hora de realizar los fichajes durante la agencia libre y de elegir a los rookies a través del último draft. En la cabeza de quien cabe hacer caso y poco menos que darle las llaves de tu casa a un tipo que como hemos visto no ha demostrado absolutamente nada a lo largo de su trayectoria en las bandas de la liga. Y que además duda de incorporaciones como las de Le´Veon Bell y C.J.Mosley, dos absolutas estrellas en sus respectivas posiciones. Inaúdito.

Dos meses ha tardado en desmontarse el chiringuito. Porque si podía alegar que en Miami siempre contó con rosters dudosos y con falta de calidad en algunas posiciones claves (afirmación más que cuestionable), esto no ocurre en los actuales Jets, donde si bien es cierto que hay cierto grado de juventud que hay que desarrollar, la calidad de sus jugadores es una evidencia. Las individualidades existen, “solo” falta dar con la clave y hacerles funcionar como grupo, algo en lo que Gase está fracasando de manera rotunda.

El aspecto más negativo es el evidente retroceso en el juego de un Sam Darnold. En 2018 dejó detalles de lo que puede llegar a ser como jugador e incluso a principio de temporada vimos cosas positivas, pero en este momento, ese techo tan alto que tenía como promesa se está derrumbando por completo. Cada semana juega peor, sus errores son más frecuentes y grotescos y está entrando en una dinámica realmente peligrosa. El supuesto mentor y desarrollador de quarterbacks está acabando con una de las mayores promesas del último lustro.

Por otro lado, Le’Veon Bell, el que para mí es el mejor running back de la liga, no ha llegado a ser factor en ningún partido. Gase es incapaz de darle el protagonismo necesario y de involucrarle en el ataque. Es decir, un jugador que prácticamente por si solo tiene la capacidad de dominar defensas, con este entrenador ha dejado de brillar. Junto a Bell no hay absolutamente nadie que esté destacando y el resto del supporting cast al igual que como ocurre con el quarterback está yendo hacia atrás. No es que la ofensiva esté atascada, es que directamente no existe.

Por si esto fuera poco, los últimos acontecimientos fuera del campo han ayudado a catalogar a los Jets como un absoluto desastre. Hace dos semanas se deshicieron de un jugadorazo como Leonard Williams por la nada misma, enviándolo al vecino de la Gran Manzana. Pero es que según varios periodistas que siguen el día a día de la franquicia, hubo conversaciones para tradear también a Jamal Adams, un hombre que bien podría estar en la lista de defensores más determinantes de la actualidad. Pero esperad, que aun hay más. Hasta Quinnen Williams, primer pick en el draft de hace unos meses y tercera selección global, también fue puesto a la venta. La locura transitoria llegó a los despachos de Atlantic Heath.

El movimiento lógico sería que Adam Gase fuera despedido al finalizar esta campaña. Es más, lo ideal sería que fuera puesto cuanto antes de patitas en la calle, por el bien de todo el equipo y especialmente por el bien de un Darnold que puede terminar desquiciado. Pero cuidado, porque ya hemos visto que Gase es un especialista en engañar a propios y extraños. Otra cosa no, pero la cualidad de saber timar pasando desapercibido la tiene muy desarrollada. Además, ojo que se vienen rivales “asequibles” durante el próximo mes por lo que, si saca alguna que otra victoria (como la del pasado fin de semana), no sería descabellado empezar a leer y escuchar como hay que darle otra oportunidad. A mí por lo menos no me engaña, nunca lo ha hecho. Adam Gase, el vendehúmos, siempre ha sido, es y será un mal entrenador de fútbol americano.

Por Stéfano Prieto

@Stefano_USA

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