Si hay un equipo al que se le puede colocar la etiqueta de revelación de la temporada es sin duda San Francisco 49ers. Ni los pronósticos más optimistas les daba a estas alturas como uno de los dos conjuntos que se mantendrían invictos a estas alturas de la película. Es más, dudo que alguien les tuviera como el mejor clasificado de una potentísima Conferencia Nacional. Pero aquí estamos, entrando en noviembre y los Niners con un inmaculado 8-0 que les permite entrar en la segunda mitad de la Regular Season con bastante tranquilidad ya que salvo descalabro histórico resulta difícil imaginar unos playoffs sin la franquicia del norte de California.

Lo mejor de todo es que su dominio está presente en todas las fases del juego. Algunas victorias han llegado gracias al buen hacer de una defensa que se encuentra entre las mejores de la competición en prácticamente todos los apartados estadísticos. Otros triunfos son imputables a una ofensiva acostumbrada a imponer su ritmo y marcar el tono del partido gracias a una amenaza terrestre que por lo general es indescifrable. Pero lo que no habíamos tenido hasta el jueves pasado es un encuentro controlado por el juego de pase y en particular por un Jimmy Garoppolo que estuvo imperial.

Estoy seguro de no equivocarme si catalogamos su actuación como la mejor que ha tendido como profesional. Creo además que ha llegado en un momento preciso en lo que se refiere al timeline. Era muy necesario que el quarterback tuviera una noche así. Y no me entendáis mal, Garoppolo estaba jugando a un nivel aceptable pero le acompañaba una irregularidad preocupante. En todos y cada uno de los encuentros hasta el pasado Thursday Night Football, el bueno de Jimmy nos dejaba alguna decisión incomprensible que por lo general terminaba en pérdida de posesión. Esta situación se estaba convirtiendo en algo recurrente y los buenos drives se intercalaban con otros que no llegaban a ningún lado por culpa del mariscal.

Esta circunstancia al final desapareció frente a unos Cardinals que supieron contener el ataque terrestre y cuyo front minimizó el daño que suele causar la linea ofensiva y los distintos corredores, obligando a que tuviera que ser Garoppolo el que ganara el partido. Y lo hizo a lo grande, en el marco que, como ya comentaba la semana pasada en la pieza que publiqué sobre Trubisky, define a un quarterback: el tercer down.

Hay que decir que “el 10” de Niners ya venía mostrándose bastante acertado en este tipo de situaciones, pero para ser justos, es necesario comentar que la maquinaria que tiene en funcionamiento Kyle Shanahan facilitaba el trabajo. Lo normal es ver a Garoppolo afrontar terceros downs asequibles (corto yardaje) después de haber percutido por tierra en las dos anteriores oportunidades. Esto no sucedió el jueves, ya que lo habitual fue ver al mariscal enfrentarse a terceros downs largos cuyo porcentaje de éxito suele caer considerablemente.

Si nos remetimos a los números puros y duros, es un escándalo. Solo en 3er down 11 pases completados de 12 intentos para un total de 150 yardas y 3 touchdowns. Además hay que sumarle un TD más en en 4ª&goal con el reloj en cero para llegar al descanso. Impresionante, sobretodo si tenemos en cuenta que ninguna de estas jugadas llegó a través de una screen, trick play, flea fleacker o algún otro engaño ostentoso que hubiera dejado el pase en bandeja. Al contrario, alguno de estos lanzamientos lo realizó con la defensa rival encima y con una alta probabilidad de fracaso.

Realmente espectaculares fueron tres que realizó en el último cuarto, dos de ellos para sellar un triunfo más para los mineros en un último drive de muchos quilates. Podemos ver las secuencias a continuación. En la primera de ellas observamos como el pocket se colapsa a pesar de ser atacado con un 3 man rush. Garoppolo sabe navegar dentro del mismo hasta lograr acomodar de manera óptima su cuerpo, escanear el campo y buscar una linea de pase óptima. Magnífico.

La segunda jugada es mi favorita. El QB hace el dropback, realiza su primera lectura a la derecha y no encuentra ningún target con el que pueda asegurar el primer down, mira a su izquierda y justo antes de que un defensor le pegue suelta el lanzamiento a un receptor acomodado en una zona entre cuatro defensores. Poco después, el último pase del encuentro, nuevamente presión con tres hombres, tiene que subir en el pocket y cuando parece que va a salir en scramble en busca de la línea imaginaría del primer down suelta el brazo y conecta con un compañero. Punto, set y partido. (Al final del artículo tenéis varios vídeos más).

Como decía varias lineas más arriba este fue el primer enfrentamiento en el que San Francisco necesitaba que Garoppolo fuera el protagonista absoluto, no solo de la ofensiva sino también del equipo completo. Esto supone que se amplíe aún más el abanico de posibilidades que tienen a día de hoy y le ofrece a Shanahan la que puede ser el arma definitiva. Yo por lo menos tengo en la mente lo que hizo con Matt Ryan durante su etapa en Atlanta. Matty Ice siempre ha sido un buen QB pero bajo la dirección de Shanahan ascendió hasta el Olimpo de los Dioses. Tras la marcha del entrenador ni el ataque de Falcons se ha acercado al nivel que ofreció el año que jugaron la Super Bowl ni Ryan ha sido el jugador que se alzó con el MVP.

Mi sensación es que algo similar podría suceder con un Garoppolo al que le ha tocado la lotería. Tener a Shanahan detrás de ti prácticamente te hace buen mariscal. Si además tienes talento te puede dar el impulso necesario para alcanzar la élite de la posición. Dicho esto, no quiero tirar las campanas al vuelo ya que la información que tenemos de Jimmy-G aún es escasa y sobretodo tiene un valor limitado. Hay que coger con pinzas todo lo visto hasta el momento ya sea positivo o negativo y no será hasta que le veamos en un compromiso de verdad, y con de verdad me refiero a una lucha cerrada por entrar en postemporada o a los mismísimos playoffs, cuando podamos tener un análisis más certero de lo que el QB franquicia de San Francisco puede llegar a ser.

Hasta el día de hoy su participación en la liga se limita a un par de partidos con unos Patriots en los que cualquiera de nosotros podía convertirse en All-Pro, unos Niners desahuciados (2017) en los que aterrizó sin nada que perder pillando a toda la liga a contrapie y los actuales Niners que hasta la fecha les ha salido todo a pedir de boca. No me cojáis la siguiente frase a pies juntillas, pero se podría decir que en cierto modo no hemos visto a un Garoppolo bajo presión.

Lo más parecido ha sido lo que nos ha dejado en este primer tramo de temporada en el que esa irregularidad que comentábamos hace un rato era el pan de cada domingo. Sin embargo, y como hemos conversado en algún que otro podcast de NFL Chile, siempre hemos mantenido que esas lagunas temporales que aparecían en su juego cada semana se debían a su estado mental. La sensación era que estaba atravesando una fase de desconfianza en si mismo, causada principalmente por la lesión que se produjo hace poco más de doce meses y que le dejó en el dique seco durante la campaña 2018. No es sencillo regresar a los emparrillados tras dañarse gravemente la rodilla y se necesita un determinado tiempo de aclimatación para comprobar que puedes volver a ser el mismo de siempre. El mismo Tom Brady, al que de hecho pidió consejo, ha comentado esto mismo en alguna que otra ocasión.

Por esta razón era esencial que Jimmy completara una actuación estelar, que le sirva como aliciente para dejar atrás los posibles fantasmas que pudiera tener en su cabeza. Llega el tramo decisivo de la temporada y los 49ers van a necesitar la mejor versión de su quarterback ya que tarde o temprano tendrán que hacer frente a partidos apretados y de máxima tensión. Garoppolo tiene todo para triunfar: calidad, ética de trabajo, talento a su alrededor y un staff técnico perfecto. Solo nos faltaba por comprobar si posee el carácter necesario para ser un ganador nato. Esta jornada tuvimos la primera muestra. Durante los próximos tres meses, el desenlace.

Por Stéfano Prieto

@Stefano_USA

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