El regreso del pintoresco entrenador en 2018 a las bandas de la NFL no estuvo exento de polémica desde el minuto cero. Los términos de su contrato, por el cual quedaba ligado a los Raiders durante diez años a cambio de $100 millones de dólares, fue motivo de recelos y burlas, pero también sirvió para poner el punto de partida a la transformación en la que está sumida la franquicia y que no se verá culminada hasta dentro de un par de años. No me entendáis mal, a mí también me pareció exagerado su contrato, no tanto por el monto, algo que me tiene sin cuidado, sino por la duración. Entiendo que desde los despachos quisieran poner énfasis en dejar claro quién iba a ser la piedra angular del nuevo proyecto, pero no creo que fuera necesario pillarse los dedos de ambas manos, aunque también pienso que lo más probable es que Gruden no les diera alternativa.

Los primeros pasos fueron complicados e incluso me atrevería a decir que algunos de ellos desacertados, aunque el tiempo poco a poco ha ayudado a poner las cosas en perspectiva y a darle la razón al coach. Al fin y al cabo, no será la primera vez ni la última que cuando un nuevo régimen comienza en una compañía su primer movimiento sea terminar con todo lo relacionado con su predecesor, a pesar de que eso signifique deshacerse de grandes activos. En la NFL vemos este actuar cada dos por tres y si bien a los aficionados nos puede parecer en muchas ocasiones una medida desesperada, la realidad es que se trata de un sacrificio necesario.

No voy a tratar de convenceros de que los intercambios por los que salieron de Oakland jugadores de la talla de Amari Cooper y Khalil Mack fueron acertados porque ni yo mismo los considero como tal, solo digo que debemos otorgar un voto de confianza a los nuevos mandos, dejarles trabajar y otorgarles tiempo para darle forma a su plan. Además, desconocemos prácticamente todo lo que se cuece en el núcleo interno de una organización de la talla una franquicia de football, por lo que nuestro juicio externo en la gran mayoría de las ocasiones no tiene en cuenta toda la realidad.

Una vez rota esta lanza en favor de John Gruden, vamos a echar un vistazo a lo que el equipo ha venido haciendo durante este 2019 y tratar de averiguar el porqué hoy por hoy está en plena lucha para seguir jugando en enero. Si bien vamos a centrarnos en el juego propiamente dicho y en lo que tanto jugadores como entrenadores nos están dejando en el emparrillado, quiero hacer antes una mención de honor al trabajo realizado por Mike Mayock durante los pocos meses que lleva en el cargo a General Manager (en especial el tratamiento en la novela de Antonio Brown). Según mi punto de vista esta figura ha sido la oposición colaborativa que necesitaba el head coach, una especie de yin que todo yang requiere.

Llevo dos meses avisando que los Raiders son un conjunto que juega muy bien al fútbol americano. Sobretodo en lo que se refiere al ataque, parcela en la que Gruden es especialista, el equipo está siendo ultra competitivo, capaz de hacer frente a cualquier tipo de rival. Claramente esta no es una ofensiva vertiginosa, que se mueve en ritmos rápidos y basada en fuegos artificiales. En este sentido entiendo que no sea tan divertido de ver como lo pueden ser unos Chiefs o inclusive los Seahawks de este año, ambos con un alto porcentaje de éxito basado en big plays. El de Oakland es ese típico ataque que amasa y amasa sus drives, hasta darle la forma óptima, tratando de desesperar al contrincante.

Con esto no estoy diciendo que no podamos ver puntualmente alguna jugada grande (puesto 18 en carreras de más de 10 yardas y puesto 24 en pases de más de 25 yardas), pero la base del juego es tratar de mover las cadenas de manera sostenida aunque esto signifique hacerlo muy poquito a poco. Al fin y al cabo, como bien dice el refrán, la cabra tira al monte y aunque el nuevo Gruden ha sabido evolucionar y adaptarse al football de hoy en día con esquemas spread, sus ofensivas siempre van a estar estrechamente ligadas con la West Coast Offense o en su defecto con algo que podemos ver más hoy en día como es el dink and dunk, ataques basados en pases cortos y conservadores.

El que mejor ha entendido este estilo de juego es Derek Carr, quien a mi opinión está jugando al mejor nivel de su carrera. Yo siempre he sostenido que Carr no tenía un techo tan alto como a lo mejor se podía intuir en el inicio de su carrera, pero que si ajustaba ciertos aspectos de su juego podía llegar a ser un titular completamente asentado y un QB franquicia durante muchos años. Después de una primera temporada se sobresaltos jugando para Gruden, en la que incluso creímos que sería su última campaña vistiendo el negro y plata, ha procesado lo que el entrenador necesita de él y lo esta poniendo en práctica con total disciplina.

Para tener éxito en los esquemas de Gruden no es necesario ser un QB élite ni mucho menos tratar de ser el héroe del equipo. Tengo para mí que a Carr más que asimilar el modelo de juego, le costó entender que ya no iba a ser ni el referente de la franquicia ni la primera lanza del ataque. Una vez asumidos estos factores estamos viendo como actúa de manera precisa siendo la extensión del entrenador sobre el campo. Sin ir más lejos, el mariscal está teniendo los mejores números de su carrera en cuanto a porcentaje de completos, yardas por pase intentado, rating y QBR (una de las medidas de moda en la estadística avanzada). Y esto solo es el inicio, si continúan en esta senda y la relación entre ambos no se tuerce lo normal es que Derek alcance una versión aún mejor.

Además, este nivel que está ofreciendo lo hace sin tener a su lado ningún referente top en lo que ha receptores se refiere. Antonio Brown estaba llamado a ocupar ese rol pero tras su espantada durante la preseason se generó un vacío imposible de reponer a días del pistoletazo de salida. Si bien hay compañeros que pueden desempeñar un papel importante no tienen la capacidad suficientes para ser catalogados como WR1. A mi personalmente siempre me ha encantado Tyrell Williams y alabé su fichaje el pasado mes de marzo ya que puede actuar como el complemento perfecto a un receptor de primera clase, pero como estamos comprobando le falta consistencia para ser considerado como tal.

No obstante, la importancia que alcanza la posición de tight end en la ofensiva de Gruden es tan alta que puede sobrevivir a la ausencia de un receptor número uno. En este aspecto Carr sí ha encontrado un socio perfecto con el que conectar de manera periódica y productiva. Darren Waller está respondiendo muy positivamente a la confianza brindada por Gruden y por el resto del staff técnico. Sus problemas extradeportivos hacían difícil pensar que algún día veríamos a un Waller como el de la actualidad, pero la realidad es que en este 2019 y gracias a su sacrificio y voluntad se ha convertido en el objetivo favorito de target. El jugador esta cumpliendo a las mil maravillas el importante papel que debe desempeñar el ala cerrada en los esquemas de “Chucky”. Su aporte está siendo fundamental para el funcionamiento global del ataque y aunque en las últimas semanas ha disminuido ligeramente su producción en favor de otros compañeros lo más normal sea que retome un alto nivel de protagonismo según se van acercando las jornadas decisivas.

Una vez radiografiado todos los agentes relevantes pero no decisivos, ahora sí vamos a pasar al analizar la verdadera clave del buen estado de forma por el que pasa la ofensiva de Raiders: la línea ofensiva. No, no me he olvidado de otra figura que está siendo fundamental en todo este engranaje como es el novato Josh Jacobs pero su buen hacer está estrechamente ligado con el trabajo de la OL. Para mi gusto está unidad está siendo una de las revelaciones de la competición. Un nuevo ejemplo de como le puede cambiar la cara a un equipo el contar con una línea de cinco en ataque que hace las delicias cada fin de semana.

La de Oakland es la única línea ofensiva junto a la de Dallas, por todos reconocida como una de las más dominantes desde hace años, rankeada dentro del top 5 por Football Outsiders tanto en pass protection como en run blocking. Es frecuente encontrarse con líneas que pasan apuros protegiendo el pocket pero que son eficaces bloqueando hacia delante y viceversa, pero es más complicado ver como una unidad somete a los defensores rivales en ambos sentidos. En este sentido nos encontramos a una offensive line de Raiders que a día de hoy es santo y seña del ataque. Es impresionante el lavado de cara que ha sufrido en apenas unos meses, pasando de ser una unidad desastrosa a dominar los partidos.

En el juego de pase se muestra muy fuerte dándole a Carr una total seguridad dentro del bolsillo de protección. Son el segundo conjunto con menos sacks encajados con un total de 15 (únicamente 1,5 por encuentro) y también uno de los mejores en cuanto a porcentaje de capturas permitidas por intento de pase con el 4,6%. Estos datos son realmente reveladores pues en 2018 se encontraban en el lado opuesto. Dentro del top 8 de peores líneas en ambas mediciones, concediendo 3,25 sacks por partido con un porcentaje de 8,6, es decir, alrededor del doble en ambos casos. El salto ha sido enorme y lo más importante de todo es que aunque tenemos bien definidos cual sería el cinco titular, este ha sufrido sobresaltos desde el día uno en forma de lesiones, viéndose Gruden obligado a rotar prácticamente cada domingo sin que el funcionamiento global se vea afectado. Kolton Miller, situado en el left tackle, es el único que ha jugado el cien por cien de los snaps, pero ningún otro nombre aparece por encima de la barrera del 80% de jugadas sobre el emparrillado. Este es un buen indicador del enorme trabajo que se está haciendo cada semana en los campos de entrenamiento.

Respecto al juego de carrera, como ya he indicado más arriba, los Raiders aparecen también como uno de los conjuntos más poderosos. Están en el top ten en cuanto a yardas por acarreo con 4,5, pero por encima tiene a equipos como Ravens, Cardinals o Texans que cuentan con un mariscal que en menor o mayor medida aparece como un factor importante en lo relativo a la amenaza terrestre. Si profundizamos aún más en ese número veremos que Oakland asciendo hasta las 4,89 yardas ajustadas por carrera (top 4), otro dato importante de la estadística avanzada y en la que mucho tiene que ver la labor de la línea ofensiva. En este sentido el crecimiento también es sustancial respecto a la temporada pasada pues en estos dos rankings Oakland se encontraba en la medianía de la tabla con 4,2 y 4,49 yardas respectivamente.  

Jacobs está siendo un valor añadido en este apartado del juego. No lo quiero quitar ningún mérito, es más, se me antoja como el principal candidato a hacerse con el premio a rookie ofensivo del año, pero bajo mi punto de vista es la línea ofensiva la que se debe llevar la mayor parte de los piropos. Eso sí, nadie quita que el running back este respondiendo a las expectativas con las que fue drafteado en primera ronda y demostrando que puede llegar a ser un corredor top de esta liga. Ha demostrado saber leer bien las defensas, atacando el gap idóneo con total decisión, además de mostrarse especialmente difícil de derribar puesto que coloca el centro de gravedad muy abajo. Es sin duda una de las sensaciones entre los novatos pero repito, mucho de su crédito se lo debe a una OL que le abre auténticas autopistas.

Con todo este mejunje nos encontramos a una ofensiva realmente productiva y sobretodo, efectiva. Como ya os he comentado, Oakland no se destaca en ejecutar jugadas que le otorguen una gran ganancia de yardas y ligado a este aspecto, si nos fijamos tanto en el yardaje total como en la suma de puntos logrados a estas alturas de la Regular Season, podría parecer que estamos ante un equipo promedio. Pero que estos números no os engañen, ya que el de Raiders es un ataque eficiente que trata de manejar los partidos a su antojo y de ser el dueño del mismo desde el minuto uno. Una vez más, las analytics confirman esta apreciación ya que esta ofensiva es la quinta en porcentaje de éxito para los estudiosos de Football Outsiders.

La labor de Gruden como entrenador está siendo maravillosa y algo que realmente llama la atención es la preparación con la que sus pupilos enfrentan cada desafío. Aquí no tenemos ninguna vara de medir sino que debemos fiarnos de nuestras sensaciones y las mías, en este aspecto, se vienen repitiendo casi desde el kickoff. Los Raiders y especialmente su ofensiva entran al emparrillado en cada juego sabiendo perfectamente que tienen que hacer. El gameplan no solo está claro sino que es puesto en marcha con mucho orden. Los jugadores tienen la película totalmente aprendida, saben cuales son los puntos débiles del rival y donde pueden atacar haciendo un gran daño. Esto les lleva a tomar una ligera ventaja en el marcador y a partir de ahí tratar de imponer su ritmo. Aquí es donde debe aparecer una defensa que va creciendo día a día y que si termina alcanzando un nivel más que decente es cuando el equipo se va a convertir en peligroso de verdad.

El trabajo de Gruden está empezando a recoger sus primeros frutos y aunque este es un proyecto a medio plazo en el que nadie les va a exigir nada esta campaña, algo que por otra parte puede ser beneficioso puesto que juegan sin presión, sería una bonita historia que los Raiders entren en playoffs. Con un talento más bien justo es la mano del entrenador la que está transformando al equipo en un aspirante a luchar hasta el último día por ganarse una plaza entre los seis mejores de la AFC. Se que para muchos Jon Gruden es motivo de risas y burlas, es una diana fácil y esto es algo que le va a acompañar siempre. De hecho él lo sabe y parece encantarle, su carácter extrovertido le hace desenvolverse como pez en el agua en un ambiente de cierta parodia a su alrededor. Pero al final del día, en lo que se refiere a su capacidad para dirigir un equipo, no debe haber dudas. Su trayectoria y resultados le avalan. Y por si alguien aún era reticente, en un año y medio ha vuelto a demostrar que estamos ante un buen entrenador de fútbol americano. Gruden está sacando su reválida con muy buena nota.

Por Stéfano Prieto

@Stefano_USA

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